Para el naturalista, la experiencia de observar y analizar una especie -un quebrantahuesos, una cabra o una orquídea- es directa e inmediata. Ocurre igual con un pliegue geológico o un fósil. Sin embargo, la aproximación a los ecosistemas y comunidades biológicas requiere una cierta abstracción, para lo cual hay que disponer de un esquema conceptual previo y una cierta mirada. Quizá por eso hay tantos cursos de campo de ornitología, botánica o geología y tan pocos de ecología.
Pero resulta conmovedor observar el ensamblaje de un bosque en un antiguo pastizal o cultivo; el incesante fluir de la materia orgánica; o las variadas interacciones entre especies.
Además, el nivel ecológico es el más adecuado para abordar la gestión del medio natural.